Pedro gozó en su infancia de un entorno de abundancia material y afectiva, gracias a sus padres, personas muy separadas de lo convencional.
Soreg, el padre, sobreviviente de guerra, miembro experto de una organización internacional, tenía una carrera que siempre lo llamaba a la carrera.
Nadia, una luz entre tinieblas y de una inmensa energía creativa, no temía otra cosa que darle una vida difícil como la que ella tuvo a su hijo.
Aunque tuvieron que separarse temprano en la vida de Pedro, ambos le dieron un punto de alergía en su vida al que siempre podía volver en sus recuerdos e inculcaron los valores que lo guiarían en su tumultuoso camino.